Desde siempre, cualquier comercializador de algún intangible necesita forzosamente vender aire, imaginación o un posible escenario para satisfacer las ideas, fantasías o quimeras de los clientes y eso se logra a través de una presentación de propuesta en un pitch.
Debido tristemente a que, en ocasiones, los clientes no respetan o valoran el trabajo de sus proveedores, no pagan dichas propuestas e invitan a un sin número de agencias o consultores para presentar su visión de cómo resolver la necesidad del cliente y se han acostumbrado a no pagarlas. Hay que recalcar que en dichos pitches el cliente es el consumidor y no el gerente de marketing. Hay todo un arsenal de creatividad, investigación, gráficos impresionantes y varias horas de trabajo, así como la pasión involucrada, de cada persona que participa.
Esto es nocivo a largo plazo, en primer lugar para el cliente y, a plazo inmediato, para el consultor/agencia.
Para el cliente, porque muchas veces se queda con el racional de la solución a sus necesidades y pretende tener la capacidad y facultad de poder ejecutarlo de la misma forma que el consultor/agencia. Esto les dará un resultado a medias o simplemente fracasarán y, únicamente por ahorrarse el pagarle a un experto, desperdiciará tiempo y recursos de la empresa en una idea mal ejecutada, dicen por ahí, “Zapatero a sus zapatos”.
A corto plazo, para nosotros como consultores/agencias, porque ya empleamos horas de trabajo en dicho racional, solución que sólo y gracias a nuestra formación académica y experiencia laboral como mercadólogos, publicistas, diseñadores, paisajistas, etc., pudimos lograr y no cobrar absolutamente nada, vuelvo a recalcar, no sólo se invirtió tiempo, sino también conocimiento y pasión.
Es importante educar a los clientes a que paguen por recibir una muestra de lo que sabemos hacer, lo cual les dará como resultado presentaciones aún de mejor calidad y una mejor evaluación de nuestro expertise en un contrato, aunque sea pequeño, pero verán nuestro desempeño dentro de un escenario real.
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